¿La inclusión y el juego?

El juego es una herramienta pedagógica poderosa, especialmente cuando se trata de trabajar con estudiantes que presentan NEE. A través del juego, los niños aprenden a resolver problemas, a expresar emociones, a respetar turnos y a interactuar con otros de manera significativa.

Vygotsky (1978) también subraya el papel del juego en el desarrollo de funciones mentales superiores, como la autorregulación, la imaginación y el lenguaje.

“En el juego, el niño siempre se comporta más allá de su edad promedio, por encima de su comportamiento diario” (Vygotsky, 1978, p. 102).

En un aula inclusiva, el juego se convierte en un lenguaje común que trasciende las barreras cognitivas, sensoriales o motrices. Diseñar experiencias lúdicas accesibles implica adaptar materiales, dinámicas y reglas para garantizar que todos los estudiantes puedan participar de forma activa y significativa.

  • Juegos cooperativos: En lugar de promover la competencia, estos juegos se basan en la colaboración y la solidaridad, lo cual genera un sentido de comunidad y pertenencia (Orlick, 2006). Ejemplo: “La telaraña” (juego con cuerda donde cada estudiante aporta una parte del entramado).

  • Juegos sensoriales: Estimulan los sentidos y fomentan la exploración. Son especialmente útiles para niños con trastornos del espectro autista, discapacidad visual o auditiva. Ejemplo: mesas de luz, botellas sensoriales, texturas ocultas.

  • Juegos de roles: Fomentan la empatía, la expresión emocional y la resolución de conflictos. Permiten que los niños “ensayen” interacciones sociales en un contexto seguro.

  • Juegos de construcción y manipulación: Promueven la motricidad fina, la coordinación viso-motriz y la concentración. Ejemplo: bloques, encastres, rompecabezas adaptados.

Además, el juego facilita la observación por parte del docente, quien puede detectar fortalezas, necesidades o aspectos emocionales que en otros contextos pasarían desapercibidos. Por eso, planificar espacios lúdicos dentro de la jornada escolar no es pérdida de tiempo, sino inversión educativa.

¿Cuál es el reto?

El reto está en integrar el juego de forma intencional, con objetivos pedagógicos claros, y garantizando la participación activa de todos los estudiantes. Cuando se aprende jugando, se aprende con alegría, y eso deja huellas más profundas y duraderas.

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Referencias:

  • Piaget, J. (1962). Play, Dreams and Imitation in Childhood. Norton.

  • Vygotsky, L. S. (1978). Mind in Society: The Development of Higher Psychological Processes. Harvard University Press.

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